El otro día me encontré con una vecina en el ascensor. Tenía un
cabreo tremendo. Estuvo dos días duchándose con calderos por
culpa de una avería en su caldera. Rabiaba.
Después de pelearse
con la inmobiliaria, el proveedor de gas, la aseguradora y medio
planeta, no le quedó más remedio que soltar un dineral al servicio
técnico de turno.
Escuché su experiencia con gesto comprensivo.
Yo también
estoy hasta el gorro de que me cueza vivo y me congele entero
sucesivamente, sin previo aviso. Entre protestas y lamentos,
añadió un comentario que me quedó grabado:
- Oye, además, miré en Internet a ver qué decían sobre este modelo,
y la mayoría de las opiniones eran malísimas. Había una en un foro
que recomendaba cambiar de marca, directamente.
Le contesté algo así como que debíamos quejarnos a la constructora,
pero en seguida llegamos a su piso.
Mientras nos despedíamos,
sólo pensaba en una idea: acababa de presenciar un auténtico
ejemplo de reputación online.
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