La “nueva publicidad” no parece publicidad. La
creatividad que crea valor
Es hora de dejar de comprar putas y empezar a seducir doncellas.
Meetic (especialistas en poner en contacto a solteros, y no tan
solteros, a través de Internet) nos da una buena lección, pues saben
bien que ya no seguimos las mismas pautas de cortejo de antaño.
Como dicen en su spot, “las reglas del juego han cambiado Matias Palm Jensen, CEO y Director General Creativo de Farfar
(Suecia), define bien este cambio: El juego de la vieja guardia
publicitaria era el bowling, donde la agencia lanzaba una
bola (mensaje) intentando derribar el mayor número de bolos (consumidores/target) a través de un plan de medios establecido
y lanzando la bola tantas veces como permitiera el presupuesto.
Y con eso terminaba todo. Sin embargo, el juego de la nueva
publicidad es el pinball, en el que la agencia creativa lanza una
bola (que ya no es un mensaje sino un contenido de valor) a sus
públicos/usuarios y ellos hacen que rebote. En el pinball no se
sabe hacia dónde rebotará exactamente cada bola, pero cuanto
más rebote mejor.
Además, esta bola puede volver y hay que estar
siempre preparado para lanzarla de nuevo o incluso sacar nuevas
bolas sorpresa durante la partida.
Hay varias diferencias entre ambos juegos, más allá del tamaño de
las bolas. Nótese la evolución en la denominación consumidores/
target del viejo juego, hacia públicos/usuarios en el nuevo. Es
ese cambio el que conlleva que las bolas antiguas se llamaran
“mensaje”, y las actuales se llamen “valor”.
Existen principalmente dos tipos de valor alrededor a una marca o
a un producto. Por un lado, el más ancestral: el valor de uso. El que
cumple la función práctica de satisfacer una necesidad. Y por otro
lado, el valor de signo, que en principio nació para crear diferencias
respecto a la competencia y actualmente no sólo es uno de los
pilares básicos del capitalismo, sino que es en sí mismo un valor
más de uso, y muchas veces el más importante, pues el propio valor
de uso de muchos productos viene determinado en gran medida
por su “capital imagen”, por su valor de significación.
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