13. La cualidad de la decisión es como el súbito descenso de un halcón
que le permite atacar y destruir a su víctima.
14. Por lo tanto, el buen luchador será terrible en su ataque y rápido en
sus decisiones.
15. La energía puede comparase a la curva de un arco; la decisión, a
accionar el disparador.
16. Entre el torbellino y tumulto de la batalla, puede haber un aparente
desorden y sin embargo no haberlo en realidad. Entre la confusión y
el caos, la formación de sus tropas puede no tener ni pies ni cabeza
y sin embargo, ser a prueba de derrotas.
17. El desorden simulado indica una disciplina perfecta; el miedo
simulado indica coraje; la debilidad simulada indica fortaleza.
18. Ocultar el orden bajo una apariencia de desorden es simplemente
una cuestión de subdivisión; ocultar el coraje bajo el aspecto de
timidez presupone una base de energía latente; enmascarar la fuerza
con debilidad se debe lograr por medio de disposiciones tácticas.
19. De esa manera, aquel que es habilidoso para mantener al enemigo
en movimiento se muestra con una apariencia engañosa, y logrará
que el oponente actúe en concordancia. El debe sacrificar algo para
que el enemigo trate de arrebatárselo.
20. Por medio de señuelos, lo mantiene en marcha. Luego, con un grupo
de hombres seleccionados, acecha a su oponente.
21. El combatiente inteligente anticipa el efecto de la energía combinada
y no exige demasiado de los individuos. De ahí su habilidad para
elegir a los hombres indicados y utilizar su energía combinada.
22. Cuando él utiliza esa energía combinada, sus soldados se
transforman en una suerte de troncos o piedras que ruedan. Porque
es la naturaleza de un tronco o una piedra la de permanecer inmóvil
sobre un terreno llano, y de moverse cuando este es inclinado;
detenerse si es anguloso, pero seguir rodando si es redondo.
23. Es así que la energía desarrollada por los buenos combatientes es
como el ímpetu de una piedra redondeada que se echa a rodar por la
montaña desde una enorme altura.
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